Supervivencia, sandbox, acción y zombis en un título que tuvo una gran acogida y que ahora da el salto a Xbox One con la versión más completa: dos expansiones, novedades en campaña y 1080p de resolución.
State of Decay se convirtió para muchos en una de las gratas sorpresas que salió en el tramo final de Xbox 360. La consola de Microsoft hizo una apuesta muy fuerte por los indies y los juegos descargables a lo largo de su vida útil, albergando auténticas joyas que todavía hoy se recuerdan. Tal vez el juego de supervivencia de Undead Labs no merezca tal distinción como uno de los grandes descargables de la pasada generación, pero sí que se ganó el cariño de una gran cantidad de usuarios y prensa nacional e internacional por ofrecer una fórmula profunda, interesante y variada en un formato que acostumbra –no siempre- a ser de propuestas algo más ligeras y directas. Supervivencia sandbox con zombis que ahora llega con una versión Year-One Survival Edition en la que no falta ni una de sus virtudes. Tampoco algunos de sus defectos.
Para quién no conozca de qué va State of Decay, explicar que estamos ante la enésima entrega de juego que se basa en un mundo infectado por zombis, con toques sandbox, acción y algo de RPG. El título empieza con dos personajes que no saben exactamente qué está pasando cuando ven que otros humanos intentan atacarlos y comérselos. Pronto llegaremos a una zona protegida en la que más o menos nos explican lo que sucede y nos piden ayuda para una tarea. Al volver y ver que han arrasado con esa gente que nos había acogido entendemos que el mundo se desmorona. Y es en ese instante donde se abre realmente el juego ante nosotros.
La propuesta es de lo más interesante. Por un lado controlamos siempre a un personaje que carga consigo una mochila con todo tipo de provisiones. Desde pistolas de fuego a armas cuerpo a cuerpo, pasando por suministros varios como medicaciones, recurso que sirven en un asentamiento, etc. Cuando llegamos a la primera base de operaciones del juego nos damos cuenta que no es un juego de acción contra zombis más. Realizaremos misiones de ir a ciertos sitios a buscar antibióticos, a explorar nuevos supervivientes, a limpiar zonas infectadas de enemigos, etc. Y tendremos la vía de la acción directa y la del sigilo, mucho más recomendable en ciertos momentos.
Pero no es lo único que ofrece State of Decay. También tendremos que gestionar el grupo humano con el que estamos y hacer crecer y mejorar nuestras bases. A medida que reclutamos gente, podemos intercambiar el control de los personajes –cada uno con sus stats y particularidades- y trabajar para mejorar la relación entre nosotros. Esto es básico para conseguir que nos acompañen en ciertas tareas, por ejemplo. A medida que cumplimos misiones ganamos la confianza del grupo y eso nos permite acceder a nuevos materiales: por ejemplo, armas que precisan de un nivel concreto para usarlas. El crecimiento de los personajes también es importante, ya que ganamos puntos en varios aspectos según nuestros actos.
Más allá del grupo, que es importante trabajar porque si uno de los personajes que controlamos muere en combate ya no lo tendremos nunca más, también tenemos quegestionar el espacio. Si no tenemos suficientes camas para el número de supervivientes que somos, estos estarán más fatigados. Si no mejoramos las zonas de vigilancia, sufriremos ataques cada vez más virulentos. Si no tenemos un taller, no podemos potenciar los espacios ya creados. Y todo esto significa recursos y misiones que superar para poder ir creciendo. Al principio es realmente abrumadora la cantidad de elementos que tenemos ante nosotros, y lo cierto es que a lo largo de las más de diez horas que nos puede durar el juego (sin completarlo al 100%) no tenemos sensación de reiteración por las posibilidades que se nos brindan. La necesidad de expandirnos por el vasto terreno y como controlar las nuevas fortificaciones también nos entretendrá, así como ciertas decisiones a tomar sobre momentos clave de la historia.
A todo ello se añade un componente de supervivencia interesante. Si tenemos la bolsa cargada de objetos, nos moveremos más lentos, si abusamos de los movimientos que gastan energía, acabaremos exhaustos en el momento más inoportuno. Si pensamos que usar un coche es lo mejor, su ruido atraerá a una gran cantidad de enemigos. Cuando exploramos zonas, podemos hacerlo lentamente o con más velocidad y ruido, con lo que esto comporta. A esto se añaden algunos tipos distintos de zombis (unos que gritan que nos dejan petrificados, otros salvajes muy virulentos) que hacen que nuestro avance nunca sea un paseo por el compendio de elementos, a los que se suman armas que se desgastan y munición que no escasea pero que usarla no siempre es recomendable.
Apartado técnico
A nivel técnico, el juego destaca por una mayor nitidez general que lo hace todo más vistoso en comparación con la versión de 360. El título funciona a 1080p de resolución y ha ganado en ciertos efectos como mejor iluminación o sombreado, pero en términos generales el juego sigue sin ser lo que se podría esperar de él a nivel visual. Ya era irregular en 360 y la base sigue siendo la misma, con ciertos modelados o texturas que no están al nivel y algunos errores técnicos evidentes que van desde popping en algunas ocasiones a un framerate que se tambalea cuando vamos a toda velocidad con un vehículo, por ejemplo. La sensación es que viéndose mejor –lógico por la consola más potente- no se han atajado los problemas de base que tenía en este aspecto. La banda sonora, por su parte, sigue la estela de la entrega original, con melodías que ambientan perfectamente y aportan el punto de tensión necesario en cada momento y unas interpretaciones –en inglés- más que interesantes en términos generales que nos permiten identificar el tipo de personaje con el que hablamos.